Felices los que luchan. Los
apasionados. Los que se la juegan, se arriesgan, dejan la orilla y se
entrometen en el mar tormentoso.
Felices los que entran en
escena, los que se sumergen, los que se zambullen, Felices los que toman
el timón de su vida y de la historia, dejan de quejarse y ponen las manos en
acción.
Felices los arremangados, los
embarrados, los salpicados. Felices los que no se quedan al costado de la ruta;
felices los que marchan y gritan y construyen.
Felices los pacientes, los que no se
desaniman, los que siguen transpirando utopías en medio del desánimo general.
Felices también los impacientes, los que tienen urgencia de justicia.
Felices los que viven, y quieren seguir
vivos, los que no se conforman, los que no se rinden, los que no se salvan.