Hay cosas en nuestra vida que, de alguna forma, son
reflejo de Dios. Tal vez no lo vemos tal y como es, pues siempre es mayor que
lo que percibimos. Pero hay algunas formas de vivir, de ser, de estar y de
querer, que nos hablan de Dios… Y la amistad es una de ellas. Me alegro de
tener gente cercana. Vidas que se cruzan con la mía. Rutas que hemos recorrido
juntos (al menos por un trecho), por senderos que a veces se separan y luego se
entrecruzan de nuevo. Me siento afortunado por que hay nombres que forman parte
de mi vida, no como un apunte en una agenda, sino como una historia compartida.
Hoy sé que no se puede mitificar la amistad, que a veces es sublime y a veces
horrible (o ambas). Sé que no te libra de las batallas (a veces las provoca), y
casi siempre se construye desde lo más cotidiano. No te libra de momentos de
soledad. Pero es importante darte cuenta de quiénes son tus gentes.
Texto Via pastoralsj
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